Silksong News?! Really? Is that even possible? (Edge Magazine Analysis)



A blessing from the Lord! Silksong news has come to us in the form of an interview with Jen Simpkins of Edge Magazine. There’s a lot to unpack here, so grab and snack and get comfy. And be sure to check out the actual magazine so you can read more of Team Cherry’s actual quotes. Jen describes all this information much more eloquently than I do.

Buy Edge #354 here:
https://pocketmags.com/us/edge-magazine

Also check out issue #329, which included an interview between Simpkins and TC about HK:
https://pocketmags.com/us/edge-magazine/march-2019

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Special thanks to Serena, Katie & 56 for creating the Debug mod. Very useful!

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https://amara.org/en/videos/o0bVaNh1hdi6/info/silksong-news-really-is-that-even-possible-edge-magazine-analysis/

Video Chapters:
00:00 Spoiler Warning
00:07 Introduction
01:32 Design Philosophy
04:02 Pharloom Lore
07:00 Pharloom’s Layout
07:36 New Screenshots
10:31 The Citadel
11:50 Rosary Strings
12:43 Benches
15:36 Fellow NPCs
17:16 Quests
18:15 Tools
22:10 Silk meters
23:45 Music
24:27 The Last Judge
27:13 After Silksong
29:51 Conclusion

Source

25 thoughts on “Silksong News?! Really? Is that even possible? (Edge Magazine Analysis)”

  1. A “Haunting by silk” might be a dependency on silk, similar to how in the lost planet series, where harmonizer users will experience withdrawal and eventual death without it.

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  2. Theory: the masked bugs with the orange symbols are part of a large cult/organization that use silk from the weavers for mind control, that's why when certain enemies die they release white strands going straight up like how puppets have strings attached. Similar to how the radiance used infection to take control over the bugs of hallownest.

    Reply
  3. I never get enough of seeing Hollow Knight Videos. I never heard of it before when I played it years ago but man this game is a masterpiece we rarely see these days. I don't care how long team cherry needs for Silksong if it's the same quality as the first game.

    Reply
  4. 10:58 Hornet is in the same position she is in when she's been defeated. I just wanted to point this out because she has all her masks perfectly unharmed. Or maybe this is her being abruptly stopped like the Knight when starting a boss fight. Detail sure is interesting imo.

    Reply
  5. I feel as if the silk isn't controlling them, its so important because it helps them control their mind (or will) and not lose it from being away from hallownest

    Reply
  6. El jardín del Edén
    …. al fin y al cabo, algo tuvo que surgir en algún momento de
    donde no había nada de nada…
    Sofía Amundsen volvía a casa después del instituto. La primera
    parte del camino la había hecho en compañía de Jorunn. Habían
    hablado de robots. Jorunn opinaba que el cerebro humano era
    como un sofisticado ordenador. Sofía no estaba muy segura de
    estar de acuerdo. Un ser humano tenía que ser algo más que una
    máquina.
    Se habían despedido junto al hipermercado Sofía vivía al final de
    una gran urbanización de chalets, y su camino al instituto, era casi
    el doble que el de Jorunn. Era como si su casa se encontrara en el
    fin del mundo, pues más allá de jardín no había ninguna casa más.
    Allí comenzaba el espeso bosque.
    Giró para meterse por el Camino del Trébol. Al final hacía una
    brusca curva que solían llamar Curva del Capitán. Aquí sólo había
    gente los sábados y los domingos.
    Era uno de los primeros días de mayo. En algunos jardines se veían
    tupidas coronas de narcisos bajo los árboles frutales. Los abedules
    tenían ya una fina capa de encaje verde.
    ¡Era curioso ver cómo todo empezaba a crecer y brotar en esta
    época del año! ¿Cuál era la causa de que kilos y kilos de esa
    materia vegetal verde saliera a chorros de la tierra inanimada en
    cuanto las temperaturas subían y desaparecían los últimos restos de
    nieve?
    Sofía miró el buzón al abrir la verja de su jardín. Solía haber un
    montón de cartas de propaganda, además de unos sobres grandes
    para su madre. Tenía la costumbre de dejarlo todo en un montón
    sobre la mesa de la cocina, antes de subir a su habitación para
    hacer los deberes.
    A su padre le llegaba únicamente alguna que otra carta del banco,
    pero no era un padre normal y corriente. El padre de Sofía era
    capitán de un gran petrolero y estaba ausente gran parte del año.
    Cuando pasaba en casa unas semanas seguidas, se paseaba por ella
    haciendo la casa mas acogedora para Sofía y su madre. Por otra
    parte, cuando estaba navegando resultaba a menudo muy distante.
    Ese día sólo había una pequeña carta en el buzón, y era para Sofía.
    «Sofía Amundsen», ponía en el pequeño sobre. «Camino del
    Trébol 3. Eso era todo, no ponía quién la enviaba. Ni siquiera tenía
    sello.
    En cuanto hubo cerrado la puerta de la verja, Sofía abrió el sobre.
    Lo único que encontró fue una notita, tan pequeña como el sobre
    que la contenía. En la notita ponía: ¿Quién eres?
    No ponía nada más. No traía ni saludos ni remitente, sólo esas dos
    palabras escritas a mano con grandes interrogaciones.
    Volvió a mirar el sobre. Pues sí, la carta era para ella. ¿Pero quién
    la había dejado en el buzón?
    Sofía se apresuró a sacar la llave y abrir la puerta de la casa pintada
    de rojo. Como de costumbre, al gato Sherekan le dio tiempo a salir
    de entre los arbustos, dar un salto hasta la escalera y meterse por la
    puerta antes de que Sofía tuviera tiempo de cerrarla.
    –¡Misi, misi, misi!
    Cuando la madre de Sofía estaba de mal humor por alguna razón,
    decía a veces que su hogar era como una casa de fieras, en otras
    palabras, una colección de animales de distintas clases. Y por
    cierto, Sofía estaba muy contenta con la suya. Primero le habían
    regalado una pecera con los peces dorados Flequillo de Oro,
    Caperucita Roja y Pedro el Negro. Luego tuvo los periquitos Cada
    y Pizca, la tortuga Govinda y finalmente el gato atigrado Sherekan.
    Había recibido todos estos animales como una especie de
    compensación por parte de su madre, que volvía tarde del trabajo,
    y de su padre, que tanto navegaba por el mundo.
    Sofía se quitó la mochila y puso un plato con comida para
    Sherekan. Luego se dejó caer sobre una banqueta de la cocina con
    la misteriosa carta en la mano.
    ¿Quién eres?
    En realidad no lo sabía. Era Sofía Amundsen, naturalmente, pero
    ¿quién era eso? Aún no lo había averiguado del todo.
    ¿Y si se hubiera llamado algo completamente distinto? Anne
    Knutsen, por ejemplo. ¿En ese caso, habría sido otra?
    De pronto se acordó de que su padre había querido que se llamara
    Synnove. Sofía intentaba imaginarse que extendía la mano
    presentándose como Synnove Amundsen, pero no, no servía. Todo
    el tiempo era otra chica la que se presentaba.
    Se puso de pie de un salto y entró en el cuarto de baño con la
    extraña carta en la mano. Se coloco delante del espejo, y se miró
    fijamente a sí misma.
    –Soy Sofía Amundsen –dijo.
    La chica del espejo no contestó ni con el más leve gesto. Hiciera lo
    que hiciera Sofía, la otra hacia exactamente lo mismo. Sofía
    intentaba anticiparse al espejo con un rapidísimo movimiento, pero
    la otra era igual de rápida.
    –¿Quién eres? –preguntó.
    No obtuvo respuesta tampoco ahora, pero durante un breve instante
    llegó a dudar de si era ella o la del espejo la que había hecho la
    pregunta.
    Sofía apretó el dedo índice contra la nariz del espejo y dijo:
    –Tú eres yo:
    Al no recibir ninguna respuesta, dio la vuelta a la pregunta y dijo:
    –Yo soy tu.
    Sofía Amundsen no había estado nunca muy contenta con su
    aspecto. Le decían a menudo que tenía bonitos ojos almendrados,
    pero seguramente se lo dirían porque su nariz era demasiado
    pequeña y la boca un poco grande. Además, tenía las orejas
    demasiado cerca de los ojos. Lo peor de todo era ese pelo liso que
    resultaba imposible de arreglar. A veces su padre le acariciaba el
    pelo llamándola la muchacha de los cabellos de lino», como la
    pieza de música de Claude Debussy. Era fácil para él, que no
    estaba condenado a tener ese pelo negro colgando durante toda su
    vida. En el pelo de Sofía no servían ni el gel ni el spray.
    A veces pensaba que le había tocado un aspecto tan extraño que se
    preguntaba si no estaría mal hecha. Por lo menos había oído hablar
    a su madre de un parto difícil. ¿Era realmente el parto lo que
    decidía el aspecto que uno iba a tener?
    ¿No resultaba extraño el no saber quien era? ¿No era también
    injusto no haber podido decidir su propio aspecto? Simplemente
    había surgido así como así. A lo mejor podría elegir a sus amigos,
    pero no se había elegido a sí misma. Ni siquiera había elegido ser
    un ser humano.
    ¿Qué era un ser humano?
    Sofía volvió a mirar a la chica del espejo.
    –Creo que me subo para hacer los deberes de naturales –dijo, como
    si quisiera disculparse. Un instante después, se encontraba en la
    entrada.
    No, prefiero salir al jardín, pensó.
    –¡Misi, misi, misi, misi!
    Sofía cogió al gato, lo sacó fuera y cerró la puerta tras ella.
    Cuando se encontró en el caminito de gravilla con la misteriosa
    carta en la mano, tuvo de repente una extraña sensación. Era como
    si fuese una muñeca que por arte de magia hubiera cobrado vida.
    ¿No era extraño estar en el mundo en este momento, poder caminar
    como por un maravilloso cuento?
    Sherekan saltó ágilmente por la gravilla y se metió entre unos
    tupidos arbustos de grosellas. Un gato vivo, desde los bigotes
    blancos hasta el rabo juguetón en el extremo de su cuerpo liso.
    También él estaba en el jardín, pero seguramente no era consciente
    de ello de la misma manera que Sofía.
    Conforme Sofía iba pensando en que existía, también le daba por
    pensar en el hecho de que no se quedaría aquí eternamente.
    Estoy en el mundo ahora, pensó. Pero un día habré desaparecido
    del todo.
    ¿Habría alguna vida mas allá de la muerte? El gato ignoraría
    también esa cuestión por completo?
    La abuela de Sofía había muerto hacía poco. Casi a diario durante
    medio año había pensado cuánto la echaba de menos. ¿No era
    injusto que la vida tuviera que acabarse alguna vez?
    En el camino de gravilla Sofía se quedó pensando. Intentó pensar
    intensamente en que existía para de esa forma olvidarse de que no
    se quedaría aquí para siempre. Pero resultó imposible. En cuanto se
    concentraba en el hecho de que existía, inmediatamente surgía la
    idea del fin de la vida. Lo mismo pasaba a la inversa: cuando había
    conseguido tener una fuerte sensación de que un día desaparecería
    del todo, entendía realmente lo enormemente valiosa que es la
    vida. Era como la cara y la cruz de una moneda, una moneda a la
    que daba vueltas constantemente. Cuanto más grande y nítida se
    veía una de las caras, mayor y más nítida se veía también la otra.
    La vida y la muerte eran como dos caras del mismo asunto.
    No se puede tener la sensación de existir sin tener también la
    sensación de tener que morir, pensó. De la misma manera, resulta
    igualmente imposible pensar que uno va a morir, sin pensar al
    mismo tiempo en lo fantástico que es vivir.
    Sofía se acordó de que su abuela había dicho algo parecido el día
    en que el médico le había dicho que estaba enferma. Hasta ahora
    no he entendido lo valiosa que es la vida», había dicho.
    ¿No era triste que la mayoría de la gente tuviera que ponerse
    enferma para darse cuenta de lo agradable que es vivir?
    ¿Necesitarían acaso una carta misteriosa en el buzón?
    Quizás debiera mirar si había algo más en el buzón. Sofía corrió
    hacia la verja y levantó la tapa verde. Se sobresaltó al descubrir un
    sobre idéntico al primero. ¿Se había asegurado de mirar si el buzón
    se había quedado vacío del todo la primera vez?
    También en este sobre ponía su nombre. Abrió el sobre y sacó una
    nota igual que la primera.
    ¿De dónde viene el mundo?, ponía.
    No tengo la más remota idea, pensó Sofía. Nadie sabe esas cosas,
    supongo. Y sin embargo, Sofía pensó que era una pregunta
    justificada. Por primera vez en su vida pensó que casi no tenía
    justificación vivir en un mundo sin preguntarse siquiera de dónde
    venía ese mundo.
    Las cartas misteriosas la habían dejado tan aturdida que decidió ir a
    sentarse al Callejón.

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  7. Omg don't even get me started on Millibell! When my mom (who watches me play) and I first found out that she ran off with my hard-earned geo, she was very insistent that I get that key and smack the bitch around ASAP! I think she was more satisfied with that than I was

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